lunes, 11 de julio de 2011

Jorge Pietra. Otra Táctica.

Si fuésemos el ojo de la mosca, una realidad múltiple nos sería habitual, cotidiana. Pero ese mosaico, foco de nuestra mirada, repetiría mil veces la misma imagen con leves desplazamientos laterales según esté más a la izquierda o la derecha el órgano receptor. Un damero incontable que converge en la atención del sujeto que mira, al fin y al cabo, desde un único lugar.
¡Ojo, con el ojo de la mosca!, la palmeta perspicaz se mueve mas rápido que la vista. Más aún cuando sólo tiene que apuntar a la simpleza de ese punto negro, quieto, obnubilado.

Jorge Pietra nos concede otra oportunidad, otra táctica.
Sus dibujos ofrecen una realidad múltiple pero bajo la perspectiva de infinitos puntos de vista. No es posible estar parado en un mismo sitio para lograr ver esa ventana o aquel rincón, ese edificio o aquel descampado donde camina un hombre. Es absolutamente necesario moverse. Quien se mueve es el sujeto. Y aunque el espectador crea, en un principio, que ha permanecido inmóvil delante del cuadro, la verdad es que ha sido llevado a una experiencia de visión simultánea. Tal vez se ha mareado, le ha costado reacomodarse para percibir cada curva, cada gesto. Pero al fin, regresa de ese viaje, enriquecido. Sus ojos se han entrenado para afrontar el vértigo.

El vértigo, que parece residir en las obras, en realidad es una propiedad del Hombre y la fuerza que ejerce el mundo en quien contempla. La obra sólo dice vértigo en el trazo, el modo en que el grafismo cuestiona al universo, lo gira, contorsiona, lo burla.
Mientras la realidad, se empecina en decir que todo gira en torno de un único centro, que quietos ahí, como la mosca, podríamos llegar a comprenderlo todo, Jorge Pietra insiste. Tan sólo con el trazo del dibujo enuncia un teorema, desparrama demostraciones suscitando en el espectador la necesidad de confirmarlas.
Y cada confirmación es otra pregunta. Cada pregunta, un vacío que se llena con una nueva imagen, que enuncia otro teorema.

Lo interesante de esta muestra es que se puede verificar la hipótesis en obras que son de muy distintas épocas de la producción del artista. Las épocas se nuclean, por fecha, o porque emerge con prioridad algún tema, o porque se esconde o se evidencia mucho más la figura.
Pero si buscamos algo más, algo que esta en el fondo más profundo de esta experiencia, algo como la huella del alma, a pesar de lo oculto que pueda mantenerse inclusive para la voluntad del creador, sospechamos que puede descubrirse un factor común.

La composición compleja de la obras de Pietra siempre tienen el dato de la profundidad, un módulo básico de perspectiva se acomoda en cada sector del plano con un punto de fuga diferente, las aberturas o ventanas o estructuras arquitectónicas, dejan ver a través de sí otros tantos espacios y horizontes. Lo mismo cuando aborda personas o seres, nunca nos dan una única faz, son esto y aquello, entran en relación con un aquí y con un allá que no son correlativos. Un rostro puede presentarse transparentado en muchos rostros; gesticula y se construye como columna o dintel o sale directamente al campo o al espacio.
Cuando el espectador se detiene atraído por alguna escena, toda su percepción se acomoda a las leyes que ella ofrece, pero milímetros más allá o por seguir el recorrido de un brazo, una pierna o una escalera, se accede a otro mundo ¿o es el mismo? las leyes han cambiado repentinamente y obligan a reacomodarse o tal vez a formular las propias leyes que las contengan a todas (o a ninguna).
Es así que lo que cada obra realmente mueve, modifica, contorsiona es la acomodada y prolija percepción del transeúnte. El visitante casual de la muestra pareciera no resistir lo que la obra le dice, a qué lo enfrenta y se lo ve deambular lateralmente, esquivo y defensivo.

Expresando de maneras diferentes, lo que puja por decirnos cada línea, cada trazo, cada solución plástica, grafismo, textura, plano de color, es el planteo de un desafío: Si no te mueves a la velocidad a la que muta lo real, podrías perderte gran parte del fluir de la existencia.
Y nadie quiere perderse nada, pero siempre la excusa es que estamos permanentemente tan ocupados con nuestras ocupaciones, tan preocupados con nuestras preocupaciones. A toda velocidad parados siempre en el mismo punto.
La velocidad que nos proponen estos dibujos es otra, que no es vorágine diaria ni certera palmeta matamoscas. Más bien es vórtice interior.

La experiencia extática que produce la obra de Pietra, sea donde sea que la crucemos, es la ubicuidad. ¿Te das cuenta? Estar en todas partes al mismo tiempo.

Ojo ubicuo: la conciencia que se expande, inatrapable.


Luis Espinosa
Junio 2008
http://www.ramona.org.ar/node/21108

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