lunes, 15 de junio de 2009

Marcela Rapallo, Amaya Bouquet, Claudia Facciolo, Tatiana Sandoval, Laura Códega, Ándres Aizicovich. Frenesí, sí, sí, sí, sí, sí, sí.

por Luis Espinosa

La exaltación de su mirada contemporánea parece ser lo que ha unido a estos artistas en la sala 8 del C. C. Recoleta. El espacio se llena de un aire desestructurado y desborda energía. Frenesí.

Marcela Rapallo encuentra en la superposición de capas de papeles translúcidos el recorrido por paisajes que se van diluyendo a la distancia. Como si la percepción se diese por capas que dejan su huella evanescente, y mientras se van perdiendo, uno trata de rescatar esas líneas y mantenerlas aún en el recuerdo.

Marcela Rapallo

Andrés Aizicovich aborda telas, pared, ángulo y piso de manera que cada imagen nos cuenta algo de la casa, el bosque, las montañas como paisaje que es leído y releído. La corporeidad de la maqueta se funde con la pintura y más aún con el plano de la pared y se experimenta un clima, tal vez propio del cine y sus montajes, donde un tren aludido por las vías atraviesa una tormentosa noche quién sabe hasta que interioridad humana.

Andrés Aizicovich


Tatiana Sandoval muestra un conjunto enigmático donde el salto de una imagen a otra invita a reconstruir una trama. Veinte pequeñas imágenes, casi como dibujos acuarelados, se van descubriendo como fotografías impresas sobre la misma madera. Como un álbum de borrosos recuerdos y apariciones que invitan a recomponer una historia entre una niña (o ya mujer) y un extraño personaje de sus sueños.

Tatiana Sandoval


Amaya Bouquet trabaja sobre la parte del cuadro que habitualmente es invisible: el vidrio. Lo inmediatiza a través de una sorprendente técnica de tallado de cristal generando un efecto de refracción de la luz que transforma en un mundo, lo que es en sí de simpleza absoluta. Sobre un fondo de papel metalizado que unifica ese universo las figuras son una pre-imagen que tiñen la conciencia de un tono espiritual. Iluminado.

Amaya Bouquet


Laura Códega. Sus pinturas curvan y quiebran sus límites hasta transformarse. En esa irregularidad del soporte el color estalla y define las nuevas formas de los objetos del mundo. Una tecnología orgánica, o una naturaleza tecnologizada. Lo cierto es que en el mismo momento en que podría reconocerse algo de ese mundo, parece que muta ante nosotros y se resignifica.

Laura Códega


Y me detengo en la presentación de Claudia Facciolo. Placebo. Un producto medicinal, una pastilla milagrosa, que en sus varias versiones prometen solucionar nuestros problemas más cruciales. Tomando como base los recursos publicitarios de lanzamiento de un nuevo objeto de consumo, desarrolla el packaging, la cartelería, la vitrina de exhibición donde se muestran en escala aumentada las pastillas incitando el deseo.

Claudia Facciolo


Un banner asegura: Todo llega...
Las diversas palabras asignadas y grabadas en cada pastilla parecieran acomodarse a la filosofía: Le damos a la gente lo que la gente quiere.
La estructura profunda de esta obra se da en la manipulación de los mismos mecanismos con que a diario se nos manipula el deseo y se nos crean necesidades.

Claudia Facciolo


En pequeña escala, este proceso industrial y de mercado es desmantelado por Claudia Facciolo y nos enfrenta al truco de la sociedad de consumo con sus placebos adormecedores. Con ironía y sensualidad desplaza lo que debería ser producción masiva, al espacio acotado de la sala de arte donde los objetos delatan su manufactura artesanal.

Claudia Facciolo


Este corrimiento opera en el espectador llevándolo a recorrer el camino inverso. Lo invita a jugar un poco con la idea de que Under Control Laboratories produzca sus pastillas para la salvación, el trabajo, la suerte, la autoestima, la felicidad, la juventud, la belleza, la confianza, el orgasmo, la paz. Pero se va aclarando en su fantasía desatada que todos estos puntos son patrimonio de la actividad humana esencial que es el vivir. Y renuncia a las comodidades del milagro para asumir su parte en el juego.

Claudia Facciolo


Por eso en la obra en su conjunto, resplandece una dimensión ética, promueve la revisión de nuestras conductas de consumo, desenmascara el vacío sobre el que se construye nuestro mundo hipercomunicado. Nos despierta a sospechar que el espacio que dejemos librado a nuestra propia ingenuidad será aprovechado para curarnos de algo de lo que en realidad no estamos enfermos.
Si el placebo es el aparato publicitario que vende la solución ficticia, el remedio se nos presenta aquí: la conciencia alerta.

Claudia Facciolo



Seis artistas jóvenes con un lenguaje abierto, para no pasar de largo sin preguntarnos si en la variedad de sus propuestas y en el hecho de que se muestren en conjunto, no se suma un sentido mayor, una preocupación profunda por el estado de existencia del ser humano hoy.




Frenesí, sí, sí, sí, sí, sí, sí
Marcela Rapallo | Amaya Bouquet | Claudia Facciolo | Tatiana Sandoval | Laura Códega | Ándres Aizicovich.
Sobre la muestra Frenesí.
En Centro Cultural Recoleta.
Julio 2007
Publicado en ramona web en julio de 2007
http://www.ramona.org.ar/node/16040

Horacio Zabala. Antes del antes.

por Luis Espinosa


En Fundación Alon, Horacio Zabala nos presenta Anteproyectos 1972-1978.
Vamos primero a esa palabra.
Lo que se proyecta, se lanza, se arroja hacia adelante, hacia el futuro. El proyecto le da forma previa a aquello que es posible. Organiza el plan de ejecución.
Si, a la vez, se antepone el prefijo, propone que hay un antes del antes. El instante donde la idea se empieza a gestar, a entrever, y se ofrece como posibilidad para la elección. También presupone un momento, tal vez utópico, donde lo pensado será una realidad que satisfaga aquella necesidad inicial, la que motivó un hacer.
Un racimo de múltiples opciones.

Anteproyecto de carcel para Buenos Aires


Una retrospectiva mira hacia atrás. El artista ha dejado su huella en la historia del arte y eso queda perfectamente demostrado en los textos del catálogo.

¿Pero, qué ocurre cuando irrumpe todo este conjunto de obras e ideas, a la vista de otra época, nuestro hoy?

La obra sigue actuando con fuerza. Ya no aparece y sorprende en el contexto en que fue creada. Ahora la leemos conociéndolo. Esta situación recontextualiza los trabajos que nos presenta Zabala al encontrar que su problemática sigue vigente. No sólo por la temática que abordan, sino porque su vida interior permanece activa, sigue apuntando al centro de nuestra sensibilidad, nuestro problema.

Anteproyecto de cárcel para el Río de la Plata


Podría decir que el artista es un profeta de su tiempo. Pero, ¿cuál es la verdadera dimensión de esa profecía? No es adivinatoria de futuros inciertos.
Es la sorprendente capacidad, inclusive ignorada aún por la conciencia del creador, de intuir y corporizar el germen, la semilla de algo que todavía no se ha manifestado.

El arte no es un discurso sobre la belleza que se reduzca al planteo me gusta no me gusta, es más bien una construcción simbólica sobre aquello que no se puede expresar de otra manera que no sea por la forma. La materia organizada por el ojo sensible que redistribuye las piezas esparcidas de un misterio. Que se irá revelando a medida que sucesivos actos de los seres que contemplan, le vayan dando sentido.

Anteproyecto de cárcel para las sierras de Córdoba


El debate por la Memoria y la Justicia está en el centro de nuestra época, velado en los discursos, negado, manipulado o exigido por corazones palpitantes; apaleado en las calles, sospechado, pero imposible de ocultar. Como si de la solución de ese debate dependieran nuestros próximos pasos. ¿No metía Zabala el dedo en esa llaga antes de que supiéramos cuánto dolería? Sus cárceles para Tierra, Agua y Aire exponían las Fuerzas con las que la extensión de nuestro territorio, su repertorio de paisajes, su gente habitando esa multiplicidad, serían descarnados. Estaban aludidas las Tres Armas pero a la vez se circunscribía nuestro espacio natural, nuestro país o nuestra Patria Grande como límite insoslayable para dirimir nuestras controversias.
A la vez, nos mostraba en planta y alzado, el lugar donde se encontraba recluido cada habitante y el lugar que le correspondería a cada responsable de aquella reclusión.
Hoy nos arroja en la cara la dimensión de nuestra deuda.

Rica del sur


Deformacines II


El juego con los mapas vuelve sobre la idea del límite, que se define como lugar de identidad, de coexistencia, como territorio de riquezas codiciadas, como el objeto sobre el cual se vuelcan las mentiras. Fuimos empaquetados con la ilusión de una patria forjada desde intereses foráneos. Quedan como prueba, las cenizas de una tierra calcinada.
Testigos de la devastación, hoy vemos esas deformaciones de Argentina, sabiendo que se adelantaban a la actual impotencia ante los territorios sustraídos bajo las libertades del libre comercio que todo lo compra. Reconocibles mapas, que muestran su seno vacío, vaciado, desaparecido.

Argentina empaquetada


Esas riquezas muestran el motivo final de toda esa vejación y un hacha expuesta como objeto lo define: "El árbol crecerá si su madera es inútil para el leñador".



Las tres botellas de Forma y Función parecen contener toda la energía pasional de nuestra historia reciente tan actuales se presentan coronadas con esa flor inmarcesible que signa nuestro destino de tensión.

Forma y Función


El Tzinacán de Borges, el de Zabala, ve en el inevitable lugar del encierro el espacio germinal de la reflexión. Encerrar lo que haya que encerrar para que en nuestra propia situación de encierro, a pesar de los límites, podamos descifrar el código de la libertad.

Anteproyecto para Tzinacan II


Y por eso también el arte es una cárcel. No puede salir del recurso de la forma para expresar lo que es urgente decir a los gritos. No le preocupa al arte ni a Zabala (ni antes ni ahora, supongo) ese encierro; el grito contenido se ha expandido y proyectado, a una red infinita de conciencias.




Horacio Zabala. Antes del Antes.
Sobre muestra "Anteproyectos 1972-1978"
Desde el 26 de marzo al 29 de junio de 2007 en Fundación Alon para las Artes.
Publicado en la sección "Reseñas" de ramona web en abril de 2007
http://www.ramona.org.ar/node/15553

domingo, 14 de junio de 2009

Roberto Elía - Horacio Zabala. Más Conjunciones que Disyunciones

por Luis Espinosa


Roberto Elía y Horacio Zabala Se Unen en El Borde, Arte Contemporáneo, con Una propuesta que sorprende por la unidad y la profundidad con que las obras se interrelacionan y proyectan su sentido.

Mundo en Guerra.
Un sable aprestado sobre su soporte. Pero no, no es culaquier sable. Conformado por millones de partículas de arena, tal vez tantas como humanos quedamos en el mundo, es una Katana, Samurai sable. Sable de arena, atributo ancestrales Hecho de honor y de tiempo. Remite las Naciones Unidas de su ser espiritual, un arma para la no-guerra.
De Tal Manera Se abre diseño del recorrido de la muestra en El Borde. Con la obra de Elía.
No sólo importa lo que se ve sino también lo que no se ve, el recorrido va dictando relaciones. Caminar entre estas obras Será leer, reescribirlas será.

Sable. Roberto Elía.


En tanto Elía como en Zabala estamos INVITADOS A encontrarnos con El objeto del mundo y en el acontecimiento de ese encuentro avistar un sentido. N Si en Trata de Descubrir una idea abstracta que el artista pretenda comunicar sino de un nuevo encuentro con cada uno que pase por allí. De alguna Manera El Artista como nos deja de precursores en el camino, una combinatoria de elementos del mundo para que se produzca esa misma deslumbrante revelación en nosotros mismos.

Siguen tres trabajos de Elía, que en realidad son cuatro (una tela en la pared de enfrente) ya la vez uno. Una al escritura de signos accidentales sobre telas que se unifican presentar, entre ellas colgada, una herramienta con la que han sido realizadas, una gruesa caña que sostiene un manojo de pajas Todavía manchadas con la tinta negra. Reconstruyen una acción, un momento ritual, es que el artista produjo su grafía deteniendose en racimos (clusters) o fluyendo como un río tal como la música del gran Ligeti al que homenajea.
Vez Proviene de esa playa de La Arena de Tal. Complejidad del universo que desborda.

Se Buscará Elía en el uso del broche para colgar ropa,) habitual (Klammer en su repertorio. En un gesto sutil lo ha puesto ahora como cuña que levanta y sostiene la punta de una tela, apoyada en el suelo y la pared, que íntegramente Pintada de negro, otra vez delata el gesto casi desnuda y el movimiento de la mano del artista en el espacio. Negro sobre negro, provisorio intencionalmente.

La idea de lectura nos captura PLENAMENTE en la obra de Zabala, de condensación Cuando un Mondrian en un libro. Mondrian Todo de un vistazo en solitario.
O el común denominador que Invita a ver la pared con tres obras y Rojas como Leerse que entiendan, la idea de lo rojo, el diseño del Objeto en rojo (biblioteca), y un orden material y tangible de libros sobre un estante de vidrio, de La Roja de lectura de Las Confesiones de San Agustín.

Las confesiones de San Agustín. Horacio Zabala.


De Tres frisos nos presenta alternadamente Zabala: Una colección de ramas en forma de V que se glorifican al estar pintadas de dorado. El silencio profundo de un panel negro. Otra vez las V Doradas tomadas de los árboles.
"Venceremos", su título, nos sumerge en el río de la Historia a buscar utopías.
El panel del centro Enmudece, ¿Y POR QUÉ Enmudece? ¿Por qué esa superficie plana, negra, descree de utopías? Se ha dicho en un momento, que la historia ha terminado.
Pero el tercer panel se abre en el futuro ¿no Estará soñando con el reverdecimiento de la savia escondida?

Las V se multiplican en libros que cuentan "memorables victorias" o como Llueven estrellas encendibles. Si alguien había decretado el fin de la Historia, Estos libros, testimonios del gesto humano guardado en la memoria, reabren el caso, lo tornan vigente. Ese aliento político respira en la muestra y pivotea desde el sitio central de las Naciones Unidas invitándonos no ser observadores de las obras sino de las Naciones Unidas Través de ellas. Nuestra perspectiva cambia según vemos un Gulliver gigante como un hombre o un ser diminuto.

Todos los elementos de la muestra se Mantienen por sí Mismos, pero a la vez se entrelazan, en su Disposición alcalde y adquieren una densidad en el conjunto. El gesto de escribir, la escritura, como la legibles realidad, un Comienzan aportar las claves para Descifrar el todo que ya no Pertenece a uno u otro artista oa la acción curatorial sino que queda en manos del lector, ya no sólo espectador, en la tarea de desentrañar.
Lo que se desentraña está en la víscera tanto de unos como de otros, artista que Propone, dispone que público. Esa otra cosa que como resultante Aumento y que se reanudará en la obra de Elía el rincón donde se diluye y desmaterializa y aparece la coma como elemento de pausa, de articulación entre los términos del discurso.
No es un discurso vano, construcción lingüística pura. No es la dilución del sentido en infinitos caminos inconducentes, no es la perdida del rostro Detrás del palabrerío.
Es el lenguaje como piedra arrojada hacia el vidrio, conciencia como lenguaje, modo PLENAMENTE humano de Afrontar la vida. Estrategia para una revolución pacífica.

Dos artistas que respiran el mismo aire.
Carguen sus pulmones al entrar allí.
Nos han puesto el mundo en forma.




, Roberto Elía, Horacio Zabala. Más que Disyunciones Conjunciones.
Muestra Sobre "Conjunciones y Disyunciones"
Galería El Borde
Del 10 de abril hasta el 26 de mayo de 2007
Publicado en:
http://www.ramona.org.ar/node/14647
abril de 2007
También publicada en ramona 71 (edición en papel) junio 2007, pág. 77.

Antonio Seguí. La ciudad continua de Antonio Seguí.

Por Luis Espinosa



Un espacio ilimitado, rebatido, es la constante. El recurso es mantener el plano de apoyo uniforme. Sobre él, pero no apoyándose, sino yuxtaponiéndose, se despliegan o desparraman los objetos del mundo. Cada uno ocupa su lugar en el irregular damero, manteniendo el mismo esquema en las figuras y la misma y exacta proporción tanto arriba como abajo, a diestra y siniestra.
Nada se destaca en el conjunto. El hombrecito de sombrero y traje, coincide con el hombrecito de sombrero y traje, el árbol con el árbol, el perro mea el árbol, mea el árbol, la casa, el edificio, el árbol truncado, los ojos oblicuos desconfían, desconfían, los automóviles, alguna mujer alguna, pasa un aeroplano, otro automóvil.
Al llegar al borde de la tela el mismo filo se hace cargo de rebanar la cosa como venga: a la mitad. La casa, el árbol, el brazo del hombre o su cuerpo o su cabeza o el perro, persisten más allá de lo visible: inercialmente continúan. Por lo menos se sugiere, como un número periódico, una imagen infinita. Podemos intuir con certeza, qué veríamos si la tela midiese el doble o si fuera inacabable.
Cierro los ojos y sigue ese bullicio.

Sola ella


¿De dónde viene todo este repertorio? Tal vez la huella se rastree hasta la primera vez en que Antonio Seguí vio a la ciudad en Córdoba. En que llevado de la mano, con pantalones cortos se nutría de ese mundo agobiante y ponía sobre él una mirada inocente que de alguna manera lo explicaba. Y tomaba nota en su memoria de ese manojo de elementos de los que brotarían luego sus símbolos primarios.
La ciudad siempre fue agobiante. Y lo habrá confirmado luego en Buenos Aires y otra vez en París. Tal vez sin encontrar la diferencia o con la seguridad de que aquí o allá se trataba de una misma y única ciudad, de un mismo habitante urbano, de un mismo peligro.

María y los otros


Una ciudad desbocada, haciendo alarde del progreso, ubicando al hombre como engranaje sustancial de la máquina, reemplazando la tarea por el trámite, la producción por la especulación, el vecino por el contrincante.
Una multitud de seres que caminan sin rumbo, se esquivan, se agreden, se espían, se juntan y separan.
La muchedumbre, primero, tomando conciencia de la muchedumbre; después, transformados en masa, amasados, amasijados.

Ese rayito de sol


No es la mirada nostálgica de una ciudad de la infancia. Es la confirmación de que la ciudad y su amenaza permanece en el tiempo y no mide el espacio. Y el hombre se aplana y se repite, se ahoga y envilece. Y llena, inunda y anega cada rincón de la conciencia, cada rincón de la conciencia. Se satura.

El color y su estallido se despegan del clima de los años treinta, de los años cuarenta y empujan hasta las puertas del siglo XXI.
Sucesivos filtros van variando la gama y subdividen el cuadro en franjas que pueden ser el día o la noche; el frío o el calor; la bruma, la niebla o el smog; pero nos certifican que debajo de cualquier estado en que se encuentre, la ciudad permanece, crece y fluye tan veloz como inmóviles, los gestos de los personajes, dan cuenta de lo eterno, no por trascendencia sino por exacerbación de la monotonía.

Jardín tropical



Igualmente se plantea un punto de vista que todo lo abarca, que todo lo ve. Como ubicándose desde otro lugar que

permite descubrirlo todo. Ese lugar puede ser la mirada virgen de aquella infancia o la experiencia entrañable, urgida desde el exilio. De modo que es la carta la que establece el vínculo, la que cuenta la anécdota, la que grita, pide, llora y llega desde lejos. La carta que sostiene la mirada sobre la propia ciudad, la que no pertenece a un continente u otro, sino la que se lleva dentro, la que viaja con uno como un equipaje. Sobre la misma letra manuscrita de la carta, se posa la ciudad y su gente y se hacen posibles para la lectura.

Como contentos


El pibe Seguí (con sus 73 años), aunque viva en París sigue jugando en las calles del barrio, con todas las novedades del siglo en el bolsillo.
Te invita a recorrer esa ciudad continua, interminable, con la gracia de sus ojos, desde afuera del caos, y con una sonrisa. El esmerado dibujo adolescente, las jetas expresivas de la caricatura, la situación ridícula, hilarante. Las tramas escondidas de sexo, alienación o muerte se muestran allí omnipresentes para el ojo, ahora espectador atento.

Ata cabos, saca conclusiones, deduce consecuencias, arriesga hipótesis.

En la calle


Si la mirás con él desde afuera, desde esa altísima vereda de enfrente, puede que seas también con él, ese niño o esa niña que contempla y ve más allá de la apariencia.
Al menos por un rato tu conciencia dormida se despabila; se apura a encontrar un rumbo para no perderse.







Antonio Seguí. La ciudad continua de Antonio Seguí.
Durante mayo y junio de 2007 en el Centro Cultural Recoleta.
Publicado en:
www.citerea.com.ar/artepoetica/Espinosa_4.pdf
http://www.citerea.com.ar/reseniasycriticas.htm

martes, 9 de junio de 2009

Alicia Fontana. Mujeres Guerreras.

por Luis Espinosa


Cuando Judith mata a Holofernes, le corta la cabeza arrebatándole su propia espada de general del ejército de Nabucodonosor, justo al quedar solos después del banquete con el que él intentaba seducirla (cfr. La Biblia libro de Judith). Lo femenino y la prepotencia masculina escindidos por el filo de la espada. Una mujer guerrera.

Alicia Fontana nos presentó su serie de esculturas "Mujeres Guerreras" en el Museo Metropolitano en la Ciudad de Buenos Aires, desde el 22 de marzo al 5 de abril de 2007.
Cuando se toma contacto con estas Guerreras, no imponen el terror, ni la agresión, ni la violencia como podría predisponer el título, las armaduras o las armas. Desbordan femenino, pero no en el sentido en que Judith se acicaló para tentar a su oponente. No es de opuestos de lo que se trata sino de un complemento.

La escultura que da raíz a la muestra precede al resto en más de veinte años y surgió de la fascinación de la artista al encontrarse por primera vez con la Victoria de Samotracia al subir las escaleras del Louvre.
¿Cuál es la virtud de esa Victoria que hasta ha devenido nombre de mujer?
La verdadera victoria para los griegos no fue vencer en la batalla sino poder hacer la escultura testimonio de la paz que hace posible contemplarla.
La Victoria es la Paz conquistada.

Victoria


En los últimos tres años, en que Alicia Fontana viene construyendo la idea de esta muestra, nuestro mundo ha demostrado el retorno a sus problemas más antiguos, actualizándolos. La prepotencia del poder, la dominación, la ambición de tener más a costa del pellejo del otro, la exclusión del diferente hasta el punto de demonizarlo, la imposición de "argumentos" por el engaño y la fuerza.
Tal vez desde aquí estas Mujeres Guerreras arman filas para hablarnos. Porque el lenguaje de la guerra es el lenguaje común, el que entendemos.

Ya se puede decir, entonces, que esta obra no habla de mujeres, no se reduce al heroísmo del género. Se expande más allá y busca el alma de la humanidad. Mujeres y Hombres planteándose el después de las guerras. ¿Qué quedará de nosotros? O más bien, ¿Qué podemos lograr que quede? ¿Qué estado espiritual se corresponde con nuestra dignidad de seres humanos? ¿Cuál es la batalla que realmente estamos librando?
El grito de alerta de aquella primera escultura de la serie, la pierna que avanza, la victoria de que nos habla.

Equilibrio


Figura clave, también elegida como imagen del catálogo, otra guerrera posa en "Equilibrio". Ofrece los datos suficientes para abrir el sentido de toda la muestra. Ella, mujer cuyos cabellos exceden los límites del casco abriéndose como alas de victoria, se mantiene a flote, suspendida en el aire y en el tiempo. Sentada con las piernas flexionadas evidenciando una técnica de relajación. Los brazos, en la acción de sujetar dos lanzas que apoyadas en el suelo y cruzándose debajo de ella en forma de equis le dan sustento y explican de dónde surge esa levitación. Su estado de tenso reposo es a la vez alerta y meditante.
Lo femenino se ha elevado del nivel mundano, de la actividad cotidiana, para irrumpir y redireccionar lo que parecía el orden impuesto por las lanzas. No se nos puede escapar que estas lanzas, además de ser atributo de las guerreras, no son accesorias en esta propuesta sino que alcanzan la dimensión de personaje desde una sinécdoque. Si en la espada de Holofernes estaba representado su poder y Judith negando ese poder la usa para asestar dos golpes a su cuello, lo
que está, pero tácito en la presencia de estas lanzas, es el poder prepotente masculino. La redirección se transforma en complemento; el poder fálico de la lanza es tratado con la delicadeza y la dulzura de unas manos firmes pero en estado de danza. Las puntas que tendrían un destino punzante se han hecho romas, curvadas, ausentes o estandarte que anuncia o cayado que guía. En manos de las guerreras, estas lanzas se descubren inútiles para una guerra horizontal y
suben a la conciencia como armas para otra contienda.

Guardianas


Sólo en este estado se puede intentar la hazaña: atravesar el túnel. Túnel oscuro, misterioso, interior. De ser transitado, el transeúnte saldrá del otro lado renovado, otro, elevado. Las guardianas del túnel no prohíben la entrada pero se aseguran de presentar la pregunta en enigma, al aspirante, quién podrá franquear esa puerta sólo si tiene su propia respuesta. El círculo perfecto es el recurso formal con que la artista ha sabido sintetizar la longitud incalculable del túnel. La valentía del alma guerrera no está en lograr ser inconmovible, fría y controladamente calculadora sino en aceptar el miedo y dar el salto a pleno grito. Lo que enfrenta está en sí misma y la vez la traspasa.

Salto

Salto perfil

Pareciera que hay un espíritu clásico en estas esculturas, su sentido lo requiere; cierta plenitud de las formas, los cuerpos, las poses; pero no son idealistas en el nivel de un mundo que debería ser así y vemos como modelo, sino que se presentan utópicas, como el tránsito de un mundo que se hace realizable porque lo llevamos dentro.
Tal vez sea hacia donde nos convocan los escudos. La guerrera que salta a través de su túnel lleva un escudo que se ha tornado liviano, evanescente, inservible para la tarea de coraza protectora pero a la vez propio e identificatorio, espiritual. A cada escudo le aguarda un diseño, cada diseño brota de una individualidad, cada espectador está llamado a verse como guerrero. Lo confirma la serie de dibujos con diseños de escudos, todos diferentes, es sólo una muestra, podría haber más, un infinito catálogo de escudos para que cada cual encuentre el suyo, o mejor, se ponga a diseñarlo y lo agregue: aquí, yo.
Algunos escudos colgados por allí, atestiguan que ya han empezado a concretarse.

Escudo


Pero a la vez todo se presenta como una gran instalación conceptual. Un gran ritual de iniciación. Atravesar la muestra para salir iniciado. Después, o antes de haber elegido su escudo el iniciado puede toparse con la serie de cabezas. Las guerreras aquí expuestas se encuentran en plena acción en la batalla, la verdadera batalla se da en los rostros. Notaremos que más que enfrentar, afrontan. La mirada se eleva, el gesto se serena, los labios se preparan a pronunciar palabras que quedan latentes pero se las intuye.



Cada cabeza posee su casco, cada casco ocupa el lugar del pensamiento. Las guerreras piensan, pero no piensan otra cosa que lo que son; y desde lo que son, piensan interioridad.



Partidos, abiertos, quebrados, mellados, rasgados, hendidos, cortados, los cascos se hacen una sola cosa con la cabeza guerrera, ocultan y muestran. Desde ellos es posible oír el fragor del combate. Un rostro ha recibido un hachazo que lo desfigura y continúa firme en la batalla; por detrás de otra cabeza encontramos la huella inmaterial de su alma en la impronta que ha dejado en negativo.

Ninguna guerrera cumple órdenes, ninguna se desvía de su objetivo.



Una de ellas nos sorprende: en lugar de sus armas lleva a su niño en brazos. ¿Por qué enfrentar a un niño ante extremos peligros? No es una pregunta para hacerle a la madre. Es la Madre guerrera la que pregunta al mundo.

La de Alicia Fontana no es una muestra de esculturas sobre mujeres; es una muestra de arte sobre la naturaleza humana. Una exhibición es una conjunción efímera, ha terminado en tiempo y en espacio. Pero queda en su dimensión ética, la experiencia estética vivida se traduce en actos; unos seres humanos pulen sus escudos. Cientos de guerreras y guerreros que andan por el mundo tras una conquista.







La colección Mujeres Guerreras se expuso en el Museo Metropolitano
del 22 de marzo al 5 de abril del 2007.
Publicado en:
http://www.citerea.com.ar/reseniasycriticas.htm

Ana Abregú. Así, el reverso

por Luis Espinosa

Vista desde un tren, la ciudad muestra su espalda. No, la fachada prolija o despintada, sino el murallón, desalineado ladrillo a la vista, o la pared que fue dejada con el grueso.
Allí incontables manos dejan su testimonio de haber estado.
El trazo de la brocha, la letra, la palabra sobre la letra, la palabra sobre la palabra.
¿A qué hora? ¿En qué momento irrumpe la urgencia del signo?
Todo sucede invariablemente en ese instante en que nadie está, o no se presta atención o es que en ese lugar florece lo oculto.
También ocurre desde los recovecos de las terrazas, cuando fue necesario treparse por algún motivo que ya no podía esperar. Por primera vez, desde lo alto se puede contemplar, en un lento giro de la cabeza, el ángulo, el punto de vista imposible desde lo cotidiano.
Como si hubiese estado desde siempre, cada muro erige su textura y la yuxtapone a la del vecino. Hierros, rejas, cables enarbolan una trama con finalidades que nadie se ocupa de verificar.
Así, el reverso.
¿Puede leerse esa historia en la obra de Ana Abregú? Intuyo que supera esos límites. Ese paisaje no soporta ser tan literal. Si me muevo para ver qué hay detrás de esa pared, no hago más que ver otra pared, o lo que parece ser otra pared. O el cielo, también como pared. La estructura de piezas encajadas y superpuestas hacen de las paredes, a la vez, ladrillos para construir paredes.
En la soledad de la reflexión, recostado en algún sillón de una habitación oscura, perdido en pensamientos, alguien puede llegar a apoyar las yemas de los dedos sobre el apoyabrazos, percibir la tela de su ropa, tocar su piel. Algún tejido que desata su hebra. Así también se anuda el texto que teje la memoria. Y se suman los miedos, las dudas, los deseos. Tal vez con esos materiales, el pensamiento se encuentre en condiciones de construir una forma de verse. No son esos muros, entonces, obstrucción, encierro, opresión. Sino capacidad de observar el revés, lo no dicho del todo, lo que el tiempo ha ocultado o borrado parcialmente, las conexiones azarosas, cables, hilachas, rayones, hendiduras.
Paisaje casi abstracto, reino de ocres con grises azulados que juegan contrapunto.
Textura y signo. Muro sobre muro, letra dispersa.
¿No es la exacta forma de una conciencia que se busca y se descubre evidenciada en esas superficies, y se traspasa?

Muros pintados II


Estructura urbana II

Ana Abregú. Pintura Urbana. Expuso en octubre de 2006 en Cerúleo, Armenia 1489, Ciudad de Buenos Aires.
Publicado en:
www.citerea.com.ar/artepoetica/Espinosa_2.pdf
http://www.citerea.com.ar/reseniasycriticas.htm

Gabriel Kargieman. Sombra en las sombras.

Por Luis Espinosa

Al entrar a una habitación oscura, algún mecanismo del ojo se activa y sucesivamente el iris reacciona abriendo el orificio de la pupila, dejando entrar más luz o la poca luz que todavía rebota en los objetos que comienzan a aparecer como bultos, sombras, presencias, entidades aún no reconocidas. En ese transcurrir, la paralizante sensación de noche total, deja paso a un mundo que cada vez se hace más transitable. El recuerdo, la experiencia diurna, la vigilia, acuden y completan la visión que falta y en el próximo instante nos movemos a través de la sombra sin temor al tropiezo.
En la muestra "Pintura Negra" del artista plástico Gabriel Kargieman en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori puede experimentarse algo parecido.

La característica de estas pinturas es que las figuras se construyen con pintura negra sobre pintura negra.
Acrílico, tinta china, esmalte, la cualidad que cada material le da a la superficie está aprovechada de tal manera que la mínima diferencia de textura, brillo, valor impulsa la máxima diferencia del signo que constituye la relación figura-fondo. A lo largo de la serie la aparición del blanco, como luz difusa, como textura raspada y sólo sugerida se va acallando hasta dejarnos absortos en la penumbra. Penumbra que a la vez se hace silencio.

¿Qué fibra interior reacciona en nosotros para reconstruir esas historias? ¿Quiénes, esos personajes que reaccionan cuando los miramos? ¿Esa cama? ¿Quién está allí? No, no reacciona. ¿No va a reaccionar? ¿Abre la puerta o la empuja?

La temática se nutre de misterios, bultos de sombra en las sombras. Lo que hemos visto a diario en nuestra historia, en la ciudad, el vecino, el desconocido. Los dibujos que acompañan la serie de pinturas atestiguan esa mirada urbana, ese detenerse en el instante en que sucede algo, o va a suceder, o alguien lo piensa.

Alguien dice: si es en blanco y negro es dibujo. Para que sea pintura tiene que haber color.
Le responden: pero, no ves que está pintado? Los dibujos son aquellos, estas son pinturas. Encima ya casi no hay blanco, se ve negro, todo negro. Excepto ese tinte rosado, ¿o es anaranjado? más allá unos tonos violáceos y un profundo azul cerúleo.
Verdes que reaccionan contra rojos.
Pero esos colores no están allí.
Pero los veo.

Kargieman se acerca a un mundo que tal vez hace lo suficiente para permanecer oscuro y nos invita, mas bien nos fuerza a esperar, nos agranda la pupila hasta que arranquemos de esa tiniebla, la luz, hasta que esa luz, todavía vacante, se revele a nuestra conciencia como color, y veamos color. En el negro, color.



Gabriel Kargieman "Pintura Negra"
Del 30 de septiembre al 22 de octubre de 2006
Museo Eduardo Sívori, Avenida Infanta Isabel 555, frente al Rosedal. Ciudad de Buenos Aires.
Publicado en:
www.citerea.com.ar/artepoetica/Espinosa_1.pdf
http://www.citerea.com.ar/reseniasycriticas.htm