lunes, 11 de julio de 2011

Horacio Zabala. Tenebroso Aparecer.



Si lo que ha desaparecido tiende a desaparecer de la misma conciencia que podría mantenerlo en la memoria, todo intento de construcción yace vano, por tal destino de desvanecimiento de lo que fuera en otro momento una experiencia vital.
O, a la inversa, la conciencia sabiéndose condenada de antemano al olvido, fija esos datos esenciales para su existencia de manera de volverlos a encontrar en un rincón del día y así obtener una oportunidad de reconfigurarse en su vitalidad.

Tenebroso es tiniebla, lo que no tiene luz.
Zabala le ha dado a la conciencia la oportunidad de echar luz a las tinieblas.
Su modo de fijar esos datos esenciales consiste en sustraer de esa experiencia vivida una pequeña parte de su residuo, aquello que puede ser para la conciencia, evocador.
Rápidamente lo anota en un boceto, lo sostiene, lo analiza, desarrolla y lo suelta en la construcción de una forma. Cada forma, una hipótesis del mundo. Todo el mundo, pero tanteado en las tinieblas desde lo más cercano, la realidad en que vivimos, que es al mismo tiempo lo que nos pasa y lo que construimos.

Zigzag implica que se recorrerá la muestra atando cabos, uniendo este dato con aquel.
Una buena llave está a mano en el homenaje a Duchamp donde las reglas del juego, se han burlado, en la imposibilidad de ceñirse a los escaques.
¿No es una ironía que el neo-secador de botellas enarbole tanto el objeto de consumo como la materia prima del trabajo del cartonero?
¿No corremos inmediatamente a las formas puras señaladas por Mondrian para buscar un orden?

La heráldica ha desarrollado los códigos para el diseño de los escudos de armas de la nobleza. Se acentúa cierto punto de vista al ofrecer abolengo a los triviales enseres de los desposeídos. Estas "armas" (botellas, hondas, auto) no sólo hablan de una violencia explicita o latente. Hablan también de las complejas causas de una desproporción. Estamos en una prolija sala del circuito del arte de Buenos Aires y desde este mismo lugar sigue estando vigente la consigna que proponía que "el arte se define por la función que cumple en la sociedad". Pero la motivación ética del artista ha dejado de ir abiertamente al choque político contra el poder para internalizar en la misma estructura de las obras la autoridad interpretativa del receptor, ofreciéndole una oportunidad de encontrarse. El artista ya no es un iluminado sino que invita a sacar a la luz lo que permanecía en las tinieblas, y no lo hace solo.

Desecho de esta tarea, el lápiz, gastado casi hasta su muerte, la goma deformada de corregir mil veces, continúan con la enunciación del método. Podríamos ver, entre un intento y otro, el común denominador de un arte proyectual que se opaca llamándonos la atención sobre sí mismo y no actúa en su función mediática en orden a satisfacer un objetivo práctico. Devela la capacidad del Hombre de proyectarse, de lanzarse hacia, de trascender sus propios límites.

Hay algo de la percepción de este infinito, al que tendemos desde nuestra limitación, que parece abrirse ante nuestros ojos en la forma interminable del círculo. Esa serie de "V" que eran a la vez un signo de nuestra potencia anímica y de nuestra expectativa histórica, han mutado a ser portadoras de una tensión, una tira de goma que las transforma en hondas que si bien son armas también tienen el sentido etimológico de lanzar con el que nos veníamos identificando.
Ese poderoso círculo en la pared nos insufla la fuerza suficiente para intentarlo.
El zigzag nos lleva al círculo de sillas con el que Zabala ganó el Salón Nacional. Si se lee como círculo cerrado podría alertarnos sobre el proyecto de unos pocos que pretenden ocupar esos espacios, pero leyendo el círculo en su infinitud, el proyecto podría ser el que nos pone en el lugar de una familia numerosa donde cada uno, sin jerarquías podríamos mirarnos cara a cara. Ascendiendo los niveles que nos propone la lectura del círculo encontramos un neumático incendiándose, recortado del frente combativo del piquete, parece en su danza señalar el estado espiritual que este fuego provoca.

Toda lectura es hermética, todo lector tiene el poder de leer libros imposibles. La vida se despliega como una biblioteca ante nuestra ceguera. Y más allá, a modo de merchandising, una constatación: "cada día somos menos", ambiguo slogan que nos impulsa a tomar posición.
Una fuerte indagación de nuestra angustia, nuestras luchas, nuestros muertos, trampas, herramientas para la destrucción del proyecto vital de nuestra humanidad: la vida.
O para la defensa.
El grito de Zabala reverbera luminoso entre estas paredes pujando por salir otra vez a la calle.
Si pudiéramos reconfigurarnos alentando nuestro manojo de trastos inútiles...


Luis Espinosa

Espacio: Wussmann, Venezuela 570, Buenos Aires
Artista: Horacio Zabala
Inauguración 13-03-2008
Cierre 21-04-2008

Publicado en la sección "Reseñas" de ramona web en marzo de 2008 

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