martes, 9 de junio de 2009

Alicia Fontana. Mujeres Guerreras.

por Luis Espinosa


Cuando Judith mata a Holofernes, le corta la cabeza arrebatándole su propia espada de general del ejército de Nabucodonosor, justo al quedar solos después del banquete con el que él intentaba seducirla (cfr. La Biblia libro de Judith). Lo femenino y la prepotencia masculina escindidos por el filo de la espada. Una mujer guerrera.

Alicia Fontana nos presentó su serie de esculturas "Mujeres Guerreras" en el Museo Metropolitano en la Ciudad de Buenos Aires, desde el 22 de marzo al 5 de abril de 2007.
Cuando se toma contacto con estas Guerreras, no imponen el terror, ni la agresión, ni la violencia como podría predisponer el título, las armaduras o las armas. Desbordan femenino, pero no en el sentido en que Judith se acicaló para tentar a su oponente. No es de opuestos de lo que se trata sino de un complemento.

La escultura que da raíz a la muestra precede al resto en más de veinte años y surgió de la fascinación de la artista al encontrarse por primera vez con la Victoria de Samotracia al subir las escaleras del Louvre.
¿Cuál es la virtud de esa Victoria que hasta ha devenido nombre de mujer?
La verdadera victoria para los griegos no fue vencer en la batalla sino poder hacer la escultura testimonio de la paz que hace posible contemplarla.
La Victoria es la Paz conquistada.

Victoria


En los últimos tres años, en que Alicia Fontana viene construyendo la idea de esta muestra, nuestro mundo ha demostrado el retorno a sus problemas más antiguos, actualizándolos. La prepotencia del poder, la dominación, la ambición de tener más a costa del pellejo del otro, la exclusión del diferente hasta el punto de demonizarlo, la imposición de "argumentos" por el engaño y la fuerza.
Tal vez desde aquí estas Mujeres Guerreras arman filas para hablarnos. Porque el lenguaje de la guerra es el lenguaje común, el que entendemos.

Ya se puede decir, entonces, que esta obra no habla de mujeres, no se reduce al heroísmo del género. Se expande más allá y busca el alma de la humanidad. Mujeres y Hombres planteándose el después de las guerras. ¿Qué quedará de nosotros? O más bien, ¿Qué podemos lograr que quede? ¿Qué estado espiritual se corresponde con nuestra dignidad de seres humanos? ¿Cuál es la batalla que realmente estamos librando?
El grito de alerta de aquella primera escultura de la serie, la pierna que avanza, la victoria de que nos habla.

Equilibrio


Figura clave, también elegida como imagen del catálogo, otra guerrera posa en "Equilibrio". Ofrece los datos suficientes para abrir el sentido de toda la muestra. Ella, mujer cuyos cabellos exceden los límites del casco abriéndose como alas de victoria, se mantiene a flote, suspendida en el aire y en el tiempo. Sentada con las piernas flexionadas evidenciando una técnica de relajación. Los brazos, en la acción de sujetar dos lanzas que apoyadas en el suelo y cruzándose debajo de ella en forma de equis le dan sustento y explican de dónde surge esa levitación. Su estado de tenso reposo es a la vez alerta y meditante.
Lo femenino se ha elevado del nivel mundano, de la actividad cotidiana, para irrumpir y redireccionar lo que parecía el orden impuesto por las lanzas. No se nos puede escapar que estas lanzas, además de ser atributo de las guerreras, no son accesorias en esta propuesta sino que alcanzan la dimensión de personaje desde una sinécdoque. Si en la espada de Holofernes estaba representado su poder y Judith negando ese poder la usa para asestar dos golpes a su cuello, lo
que está, pero tácito en la presencia de estas lanzas, es el poder prepotente masculino. La redirección se transforma en complemento; el poder fálico de la lanza es tratado con la delicadeza y la dulzura de unas manos firmes pero en estado de danza. Las puntas que tendrían un destino punzante se han hecho romas, curvadas, ausentes o estandarte que anuncia o cayado que guía. En manos de las guerreras, estas lanzas se descubren inútiles para una guerra horizontal y
suben a la conciencia como armas para otra contienda.

Guardianas


Sólo en este estado se puede intentar la hazaña: atravesar el túnel. Túnel oscuro, misterioso, interior. De ser transitado, el transeúnte saldrá del otro lado renovado, otro, elevado. Las guardianas del túnel no prohíben la entrada pero se aseguran de presentar la pregunta en enigma, al aspirante, quién podrá franquear esa puerta sólo si tiene su propia respuesta. El círculo perfecto es el recurso formal con que la artista ha sabido sintetizar la longitud incalculable del túnel. La valentía del alma guerrera no está en lograr ser inconmovible, fría y controladamente calculadora sino en aceptar el miedo y dar el salto a pleno grito. Lo que enfrenta está en sí misma y la vez la traspasa.

Salto

Salto perfil

Pareciera que hay un espíritu clásico en estas esculturas, su sentido lo requiere; cierta plenitud de las formas, los cuerpos, las poses; pero no son idealistas en el nivel de un mundo que debería ser así y vemos como modelo, sino que se presentan utópicas, como el tránsito de un mundo que se hace realizable porque lo llevamos dentro.
Tal vez sea hacia donde nos convocan los escudos. La guerrera que salta a través de su túnel lleva un escudo que se ha tornado liviano, evanescente, inservible para la tarea de coraza protectora pero a la vez propio e identificatorio, espiritual. A cada escudo le aguarda un diseño, cada diseño brota de una individualidad, cada espectador está llamado a verse como guerrero. Lo confirma la serie de dibujos con diseños de escudos, todos diferentes, es sólo una muestra, podría haber más, un infinito catálogo de escudos para que cada cual encuentre el suyo, o mejor, se ponga a diseñarlo y lo agregue: aquí, yo.
Algunos escudos colgados por allí, atestiguan que ya han empezado a concretarse.

Escudo


Pero a la vez todo se presenta como una gran instalación conceptual. Un gran ritual de iniciación. Atravesar la muestra para salir iniciado. Después, o antes de haber elegido su escudo el iniciado puede toparse con la serie de cabezas. Las guerreras aquí expuestas se encuentran en plena acción en la batalla, la verdadera batalla se da en los rostros. Notaremos que más que enfrentar, afrontan. La mirada se eleva, el gesto se serena, los labios se preparan a pronunciar palabras que quedan latentes pero se las intuye.



Cada cabeza posee su casco, cada casco ocupa el lugar del pensamiento. Las guerreras piensan, pero no piensan otra cosa que lo que son; y desde lo que son, piensan interioridad.



Partidos, abiertos, quebrados, mellados, rasgados, hendidos, cortados, los cascos se hacen una sola cosa con la cabeza guerrera, ocultan y muestran. Desde ellos es posible oír el fragor del combate. Un rostro ha recibido un hachazo que lo desfigura y continúa firme en la batalla; por detrás de otra cabeza encontramos la huella inmaterial de su alma en la impronta que ha dejado en negativo.

Ninguna guerrera cumple órdenes, ninguna se desvía de su objetivo.



Una de ellas nos sorprende: en lugar de sus armas lleva a su niño en brazos. ¿Por qué enfrentar a un niño ante extremos peligros? No es una pregunta para hacerle a la madre. Es la Madre guerrera la que pregunta al mundo.

La de Alicia Fontana no es una muestra de esculturas sobre mujeres; es una muestra de arte sobre la naturaleza humana. Una exhibición es una conjunción efímera, ha terminado en tiempo y en espacio. Pero queda en su dimensión ética, la experiencia estética vivida se traduce en actos; unos seres humanos pulen sus escudos. Cientos de guerreras y guerreros que andan por el mundo tras una conquista.







La colección Mujeres Guerreras se expuso en el Museo Metropolitano
del 22 de marzo al 5 de abril del 2007.
Publicado en:
http://www.citerea.com.ar/reseniasycriticas.htm

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