miércoles, 29 de julio de 2009

Ezequiel Alemian. Lo Lejano

por Luis Espinosa



Lo lejano, ajeno, por lejano.
Parece ser la lógica o la excusa.

Ezequiel Alemian vino a mi taller a mostrarme su libro "El Talibán".
Ese mismo día en forma adyacente o, más bien concomitante, se sucederían dos encuentros.

Cuando Ezequiel se estaba despidiendo, tocó el timbre, a la hora que habíamos pactado, una adolescente de nacionalidad argentina que quería tomar unas clases que le permitieran avanzar en su proyecto artístico ya que estaría sólo un par de meses en el país visitando familiares, para regresar luego, a terminar su secundario de arte en Dubai, Emiratos Árabes, donde está radicada por motivos del trabajo de su padre.
Uno de los proyectos mas impactantes que traía en su carpeta era sobre las mujeres talibán, obligadas a usar la burka, una prenda de vestir que las cubre de la cabeza a los pies con la que sólo pueden ver a través de un tejido por una ventanita rectangular delante del velo que cubre los ojos. Varios dibujos y collages las mostraban con esa única imagen azul repetida por fuera aunque siempre tan distinta por dentro como invisible.
Especialmente me llamó la atención un trabajo en el que utilizaba un documento de identidad en el que la mujer aparece así, totalmente cubierta, o sea, perdiendo la identidad. Después, las historias de humillaciones, prohibiciones y maltratos que llevan a esas mujeres a una total deshumanización. Incluso a ser legalmente mutiladas o asesinadas.
La reflexión de estos ejercicios plásticos provenía de una mirada extranjera, extrañada, escandalizada. ¿Cómo podemos estar tan lejos, en todo sentido, tan lejos?

Unas horas después estaba solo con el libro de Ezequiel, abierto una y otra vez en mis manos.
Su tema, misteriosamente sondeaba ese mismo mundo.
El Medio Oriente, esas etnias que no sabemos dónde empiezan y dónde terminan. Demonizados desde occidente pero a la vez protagonistas de los más cruentos hechos de violencia de los comienzos del siglo XXI. Lugares y nombres que empiezan a sonar más en nuestras lenguas a partir de la Guerra del Golfo, la invasión a Irak o los atentados del 11 de septiembre.

Sorprendido, le doy otra leída.
Un libro de poemas visuales, textos poéticos, experimentación con la palabra.
Alemian ha captado en la estructura de sus textos justo aquello que no podemos percibir en ese espacio extranjero, el lugar de un vacío. Una falta que no podemos llenar, que se escapa a nuestra capacidad de traducir, una lógica incomprensible.
Política, religión, víctimas, victimarios, este, oeste, palabras que desdibujan sus límites hasta que sólo son como una tormenta de arena en el desierto.

Recorro el libro, me pierdo en él, da lo mismo empezar por cualquier página. Es más, no queda más remedio que entrar por cualquier lado, esa es la aventura. Ante cada desafío tengo que reconstruir el código. ¿Qué puedo hacer para comprender esto? Obvio que cuando digo comprender, no me refiero a comprender; me falta contexto, pero lo intento.
Una página vacía que sólo se explica por sus notas al pie que no refieren a nada pero dicen todo sobre un mundo violento, asesino, suicida.

Lo he leído siete, diez veces y esto me lleva a la necesidad de realizar otras acciones que aseguren alguna referencia.
Por ejemplo encontrar en Internet un mapa de Solokuro e ir alejándome, paso a paso, hasta percibirlo en el planisferio como un punto.
Buscar los distintos relatos sobre los atentados a las Twin Towers para conocer a Aysel Senguen.
Uno de los poemas es simplemente un link que obliga a completarlo buscándolo en la web.

Toda una acción de conocimiento, la del lector, que al descubrir la pequeña clave que necesita, desecha el dato de la crónica para quedarse con otra cosa, retener ese puñado de energía que late tras las estructuras. Porque son poemas de estructuras más que de palabras.
El magnífico "Ubu en Kabul" parece demostrarlo. Podríamos pensar que está construido con reemplazos, palabras sonoramente equivalentes pero semánticamente distintas a las que le dieron origen. Como si Alemian tomase un reglamento talibán lleno de prohibiciones y buscase quitarle la obviedad. La relación de palabras que destila, entre irónica y divertida, destaca por contraste el esqueleto que subyace en el lenguaje. El edicto cruel, la promesa de castigo. Pero pone al sujeto, receptor, poeta, lector en el sano lugar del darse cuenta.

Se va dibujando en mi cabeza el sinsentido de un nuevo planisferio. El discurso hegemónico demoniza pero llego a ver, sin comprender, el rostro oculto de seres humanos que siguen sus creencias y los extremos a los que pueden llegar por ellas.

Nada más revelador que este puñado de juegos de palabras.
Un mundo ajeno, lejano, sondeado con poemas que esquivan el código estandarizado poniendo estructuras periodísticas, listados, nóminas, informes tabulados, al servicio de la forma.
Lo lejano también se hace cercano; cuando menos lo esperás te toca.
Aquí y allá seres humanos tan cerca de la muerte y otra vez más el arte burlando la sentencia.


Luis Espinosa
Julio de 2009

Reseña sobre el libro:
Alemian, Ezequiel. El Talibán. Buenos Aires: Imprenta Argentina de Poesía, 2008

Se consigue en Librería OTRA LLUVIA

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